martes, 7 de septiembre de 2010

"Podría ocurrir que Dios haya querido que me engañe cuantas veces sumo dos más tres, o cuando enumero los lados de un cuadrado" ... Descartes


A la luz del asombro surge el conocimiento filosófico, pero una vez alcanzado éste, aparece sin más, la duda. Los abundantes sistemas filosóficos, el desacuerdo, la contradicción sólo parecen hablar de la fragilidad o hasta incluso de la imposibilidad de alcanzar el conocimiento. El filósofo, previsiblemente, se siente en la obligación de dudar hasta de la misma capacidad para conocer y comprender la realidad.


¿Los sentidos no nos dan información imprecisa acaso? ¿No puede ser nuestro dedo más grande que el mismo sol si sólo nos guiáramos por impresiones sensibles? Y aún resolviendo las trampas sensoriales... ¿No podemos tal vez equivocarnos siguiendo el más simple de los razonamientos? ¿Quién garantiza una razón infalible? Y además... ¿nuestra manera de razonar no podría ser una limitación en sí misma a merced de nuestra propia humanidad?





Descartes fue considerado el filósofo de la duda porque pensaba que, en el contexto de la investigación, había que rehusarse a asentir a todo aquello de lo que pudiera dudarse racionalmente. Él estableció tres niveles principales de duda:


En el primero, citando errores típicos de percepción de los que cualquiera ha sido víctima. Descartes cuestiona cierta clase de percepciones sensoriales, especialmente las que se refieren a objetos lejanos o las que se producen en condiciones desfavorables.

En el segundo se señala la similitud entre la vigilia y el sueño y la falta de criterios claros para discernir entre ellos. De este modo se plantea una duda general sobre las percepciones (aparentemente) empíricas, que acaso con igual derecho podrían imputarse al sueño.


Por último, Descartes concibe que podría haber un ser superior, específicamente un genio maligno extremadamente poderoso y capaz de manipular nuestras creencias. Dicho "genio maligno" no es más que una metáfora que significa: ¿y si nuestra naturaleza es intelectualmente defectuosa? de manera que incluso creyendo que estamos en la verdad podríamos equivocarnos, pues seríamos defectuosos intelectualmente. Siendo éste el más célebre de sus argumentos escépticos, no hay que olvidar cómo Descartes considera también allí mismo la hipótesis de un azar desfavorable o la de un orden causal adverso (el orden de las cosas), capaz de inducirnos a un error masivo que afectara también a ideas no tomadas de los sentidos o la imaginación.


PN

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